martes, 25 de marzo de 2008

Yo, sonrio

Hace tiempo lei una entrevista que le hacían a una niña indú. Me impresionó la calidad de las preguntas y sobre todo, me conmovieron sus respuestas. Hoy he recuperado del baúl de mis recuerdos todo el texto. Es un poco extenso pero creo que no tiene desperdicio. Tanta sensibilidad acumulada y una madurez a flor de piel no se improvisan.


Yo, sonrío

Tengo doce años, Nací y vivo en Benarés. Tengo también cuatro hermanos, el mayor de nueve años y el pequeño de uno. Mi padre tiene treinta y seis años y vende postales en la calle; mi madre es ama de casa y tiene treinta y cinco años. Trabajo desde los seis años. De política no entiendo. Creo en la reencarnación, por eso nunca miento y procuro ser buena con los demás.
Me gusta mucho mi casa y aunque apenas tiene cuatro metros cuadrados dormimos en diagonal. Aquí se tumba mi padre, a su lado mi madre, luego vengo yo y mis cuatro hermanos. Pero mi casa es muy grande...
¿Quieres saber cómo transcurre un día de mi vida...? Me levanto a las seis de la mañana y me voy junto al Ganges a vender postales. A las siete treinta entro en la escuela. A las cuatro y medio de la tarde, vuelvo a los “gats” a vender mas postales hasta que oscurece. Entonces estudio una hora, juego un rato, ceno y hablo con mis amigos. A las once de la noche me voy a dormir. Mi padre hay meses que no consigue nada; como mucho saca trescientas rupias al mes. Yo de media gano unas ochocientas rupias al mes.
De mayor quiero ser doctora, ayudar a la gente que lo necesita y en especial a todos aquellos que no tienen piernas o no tienen brazos, ni dinero para comprar medicinas.
¿Y sabes por qué quiero hacer esto...? Porque veo por la calle a demasiada gente que sufre y que necesita ayuda. Creo que si yo les ayudo, me ayudo a mí misma, es buen karma para mí, ¿entiendes?
Me gustaría tener la oportunidad de ir a la Universidad, aunque cueste tres mil o cuatro mil rupias al mes. Ya sé que cuando sea mayor no podré vender postales por la calle porque nadie me comprará. Tengo planteado dar clases de hindi a extranjeros.
No me gustaría casarme; quiero ser doctora y ser libre. Si te casas ya no se te permite salir de casa. Tu marido te dice todo lo que tienes que hacer. Ni siquiera tienes permiso para hablar con quien quieres.
He tratado con muchos occidentales y pienso que son como los indios, quieren ganar dinero. Lo que pasa es que allí se gana mucho más que aquí. Nosotros no somos inferiores a los occidentales, pero necesitamos parte de su dinero para sobrevivir. Aun así, yo creo que el dinero se debe ganar honestamente. Y cuando digo eso es porque yo me niego a trabajar con las tiendas que me ofrecen dinero por llevar a los turistas. Me niego porque eso me parece deshonesto. Prefiero tener un trato de igual a igual y para eso es esencial no engañar al otro.
Yo compro las postales y tengo que sacarles beneficio, pero no les pongo precio; siempre digo: dame un dinero feliz, el que a ti te haga feliz me hará feliz a mi. Y si me dan menos de lo que he invertido, yo sonrío. Con los extranjeros hablo de la codicia, el dinero y la bondad. Les advierto de tantos indios extraños que lo único que quieren es sacarles dinero.
Es muy fácil saber si la gente es buena o es mala. Vendo postales desde los seis años. Cuando me acerco veo cómo reaccionan: algunos ni me miran, otros sonríen, otros preguntan y otros me tocan y yo odio que me toquen. Si miras a los ojos a la gente, sabes...
A veces he pensado en casarme con un occidental, antes decía que no, pero ahora digo que sí. Me he dado cuenta de que si me caso con un occidental y me voy a vivir al extranjero, podré mantener a mi familia sin perder la libertad. Eso dependerá de quién escoja, pero yo puedo hablar lo suficiente con un occidental para darme cuenta de cómo es. Sin embargo, con los indios no puedo hablar, nuestra cultura es así. Pero yo no quiero depender de ningún marido, ni quiero que sea él el que ayude a mi familia; soy yo la que va a seguir haciéndose cargo de mi familia y para ello debo y voy a trabajar.
Mis amigos dicen que estoy loca. Mis amigos de familias ricas, porque tengo amigos de familias ricas... Soy la chica más pobre de mi escuela. Esos chicos, los ricos, no entienden que yo vaya a vender postales. A veces me acompañan como si fuera un juego. Y todos están muy celosos de lo bien que hablo el inglés.
Mi madre quiere que me case y la he convencido de que me deje escoger a mi. Como condición me exige que sea un buen chico y que no sea de piel muy negra, porque las personas de piel oscura lo tienen muy difícil.
Yo siempre le contesto que si encuentro un corazón limpio, aunque esté recubierto de una piel oscura, me casaré con él. A mi padre no le gusta que hable con los niños indios porque eso crea compromisos y vínculos, pero yo me fío de mi propia intuición.
Una vez vi un cadáver de una mujer embarazada flotando en el Ganges. No es raro que en el rio Ganges aparezcan cuerpos flotando, pero es que en esta ocasión la mujer me impresionó, porque tuve la sensación de que me estaba mirando, como si quisiera decirme algo. Estuve tres días enferma. No he vuelto a bañarme en el Ganges desde entonces.
Con relación a la muerte pienso que todos tenemos que morir. Sólo me dan miedo los fantasmas y cuento historias sobre ellos a cambio de monedas. Aprendí a contar historias leyendo cómics. Pero las historias que más me gusta contar son sobre la amistad.

¿Sabeis quién es esta princesa...? Pues es una chica que lleva uniforme de peto, calcetines blancos, y dos coletas atadas con lazos rojos. Arati es una niña alegre, imaginativa, es la primera de la clase, pero su vida no es como la del resto de los alumnos. Con el dinero que gana vendiendo postales por las calles de Benarés, desde los seis años, Arati se paga el colegio, los libros, la escuela de su hermano mayor y mantiene a toda su familia; unos padres analfabetos y cuatro hermanos. Viven en una habitación de cuatro metros cuadrados y duermen sobre el suelo. Pero Arati quiere ir a la Universidad, quiere ser doctora, quiere ayudar “a toda esa gente que no tiene nada”. Arati no se quiere casar con un indio, dice que quiere ser libre e independiente. Todo eso en su mundo es como pretender en el nuestro convertirnos en princesa.

¿No te parece que deberíamos pensar en Arati de vez en cuando para desear tener una piel tan fina como la suya...?

4 comentarios:

Jesús dijo...

Leyendo esta entrada he confirmado que como ser humano podemos llegar a ser ruines y mezquinos, y que la diferencia de clases no entiende de idiomas o de razas, es decir mas de lo mismo, aún así siempre hay esperanza, como si no, en las condiciones en las que vive Irati, podría brillar una persona con tanta fuerza y determinación, que lucha cada día en un mundo que se lo pinta todo muy negro.
Desde hoy debería dar gracias cada día por la infancia que he tenido, GRACIAS MAMA desde aquí.
Esto me recuerda un pensamiento que siempre he tenido, que vida hubiera tenido si hubiese nacido en cualquier otra parte del mundo, donde como Irati, la infancia esta ligada a la explotación infantil, ya sea por una razón o por otra?
Me quedo con el mensaje que nos da Irati, algo así como "a mal tiempo,buena cara", cuando encuentre dificultades, yo también sonreiré.

Anónimo dijo...

¿Arati sería la misma Arati si hubiera nacido en el "privilegiado" Occidente?. ¿Arati tiene la piel tan fina porque no está embadurnada de materialismo?. ¿Arati es capaz de razonar con libertad porque sus ojos y sus oídos no están saturados de tanta información, publicidad, impactos visuales y auditivos que nos invaden en occidente? Arati, en su pobreza, es inmensamente rica. Creo...

Luis y Mª Jesús dijo...

muy interesante, lo que me dice a mi este artículo es que la pobreza extrema no destruye la inocencia ni la vida que quiere ser honesta

Anónimo dijo...

Cuantas veces hemos oído que el hecho de tener muchas cosas no nos da la felicidad. Y, sin embargo, ¡cuánta gente hay en el mundo que sigue pensando que cuanto más posea más feliz será! y cual és el resultado... frustración, falta de ideales grandes, egoísmo...

Brillante historia la de esta "princesa". ¡Cuántas cosas se pueden aprender!

La verdadera felicidad se encuentra dentro de cada uno. Cuando uno más se da, más recibe; bonita paradoja.