miércoles, 2 de abril de 2008

COMPARTIR

Cuenta la leyenda que una pareja de ancianos entró en un local de Mac Donals y se sentó junto a una mesa donde unos jóvenes estaban cenando. El anciano se acercó a la caja e hizo su pedido. Luego, desenvolvió la hamburguesa, la corto por la mitad y puso una mitad junto a su esposa. Con mucho cuidado, contó todas las papas fritas e hizo lo mismo. Metió dos pajillas dentro del refresco y lo puso entre él y su esposa. El anciano empezó a comer su media hamburguesa. La gente se los quedó mirando con compasión. Un joven se les acercó, y educadamente les ofreció comprarles otra ración de comida. El anciano, respondió que no se molestara, que estaban acostumbrados a compartirlo todo. La gente se dio cuenta de que la anciana no había probado bocado, solo miraba como comía su marido, y de vez en cuando, bebía un poquito del refresco. El joven se acercó otra vez y les repitió su oferta. Esta vez fue la anciana la que le explicó que no, que ellos estaban acostumbrados a compartir todo. El joven le preguntó a la anciana: ¿Y usted qué está esperando? Ella sonriendo complacida respondió: -estoy esperando los dientes...
Puede que esta historia sea sólo un cuento. Yo, sin embargo, me quedo con su significado y después de leer entre líneas, no me puedo privar de hacer unas cuantas confesiones. Cuando al cabo de los años se ha aprendido a compartir “TODO” la compañía del otro se hace indispensable. Se está entrenado para afrontar cualquier cosa por complicada que sea y si hace falta hasta se es capaz de esperar turno para comer. Quienes viven así saben interpretar una mirada, un gesto, un silencio, lo que haga falta, con tal de mostrar toda la ternura de un corazón enamorado... El afecto ya no se rebela, pues los sentimientos y las emociones van tomado sus posiciones en el corazón para dejarse seducir. ¿No es eso ejemplo de fidelidad? ¿Quién ha dicho que los ancianos no valen para mucho? Sólo me queda lanzar un ¡BRAVO...! para todos ellos.

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